domingo, 20 de septiembre de 2015

¿Qué te pasa, calabaza?

Era tarde y no llegaba a tiempo para cenar. El teléfono sonaba, estaba lleno de mensajes que ni siquiera daba ganas de ponerse a leerlos, dado que era esperable que no serían afortunados. Entonces llegó. La gente con rosto severo e impaciente lo esperaba a él. Pues solo  por él se habían reunido. Demasiado silencio para el gusto del anfitrión. Tomó la servilleta y de mal gusto se limpió las gotas de sudor grueso que caían por el cuello de la camisa ajustada y dijo a los comensales.
- Les agradezco por entrenar el arte de la paciencia y la tolerancia. Es posible qué, entre tantos pensamientos que emergen, podrían suponer mi falta de cortesía aunque, sinceramente hoy descubrí algo que me hizo olvidar mi vida social. Descubrí que a partir de mañana me quedan seis semanas para dejar este mundo. Decidí por un día de mi vida a partir de hoy dejar de complacer al resto de la gente, intentar conocer que significa beber con egoísmo, y aún así, el deber es tan fuerte que me hizo regresar a la absurda necesidad de portarme de tal manera de dejar a todos satisfechos.
Sin más que decir todos cenaron en silencio. Hasta que de repente empezó a llover y el viento sumado al agua irrumpieron por la ventana del comedor. De inmediato, levantose de la silla y corrió a cerrarla mientras pensaba: - Siempre amé la lluvia y por este momento debo dejar de amarla.
Al día siguiente. No se supo más de él.

Ansiedad

Tres gotas de sangre caen desde
la frente del artista cuando intentaba estar presentable ante la multitud. Sin
darse cuenta y sin saber porqué el tiempo empieza a acelerarse, las
palpitaciones suben y la sensación de pánico se apodera de su corazón y de su
garganta que empieza a cerrarse. Una lucha entre el cuerpo que se
empieza a rebelar contra el mismo ser y las ambiciones de la mente. Fué
solo un mal sueño. Sin sangre, mas si, con mucho sudor va al espejo que solamente
refleja la propia imposibilidad de poder escaparse del cuerpo. El tiempo aún
sigue atormentando  siendo el tirano de las responsabilidades. Mira el
ventanal, se pone un abrigo, junta los papeles y sale a fingir ser académico
porque otra posibilidad ante la mayoría de las ovejas no le queda.


Toma papel y lápiz en mano, y sin
darse cuenta otra vez empieza a sudar, solamente que esta vez el mundo empieza
a ponerse borroso. Empiezan las palpitaciones, el corazón y la garganta
empiezan a ponerse de acuerdo y por más que la mente intente luchar ha de
perder ante si misma. El tiempo se detiene, se aclara
todo. Fueron segundos humanos pero horas míticas para este joven. Su piel
vuelve a tomar color a mortal, intenta levantarse a entregar su examen y llega
a la mesa y sale a vivir otra vez entre el ocio y los narcóticos ocasionales
solo para intentar pertenecer a un mundo mágico del cual solo podemos leer e
imaginar o alucinarlo si lo intentamos con cualquier caballo psicotrópico.

Tiempo

Tempus edax
remun.


El tiempo que destruye todas las
cosas. Asi como Cronos devoraba a sus hijos para no ocupar su lugar solamente
Zeus pudo resolver el dilema de hombre. El ocupar el lugar del tiempo sabiendo
que es un demonio es solo de Dios mismo.


Se recuerda
un verso, diríase que olvidadamente bello -dichosamente bello- de Dante Gabriel
Rossetti: un verso tópico y saludable, previsto y cotidiano, nada atemorizador
y, sin embargo, leve y estremecido.


“Sí. Volvió a girar la rueda del año mudadizo: volvió a crujir, sobre
el paso de rosca de nuestra osamenta, el isócrono taladrar del tornillo del
tiempo.


Se marca un ocho -desde ahora- donde antes se escribía un siete: en el
mismo lugar; con idéntico mínimo esfuerzo; con igual hastiada y amarga
resignación.


Y pasan días sin que pase nada,


y todo queda pues que pasa todo.”


Unamuno, al
escribir su Romancero del destierro, sufrió en las últimas e inapelables
carnes del alma la hiriente prueba de ver que, contra todos los pronósticos, el
tiempo no pasa. El tiempo se renueva, eternamente nutrido de su propio ser, de
su esencial substancia. Los que pasamos -indefectiblemente y sin remisión-
somos nosotros. Tempus edax rerum, nos dejó Ovidio, el tiempo todo lo
devora: y en este todo, ¿por qué no confesárnoslo, si la ocasión -que suelen
pintar calva- se presenta?, nosotros estamos abarcados: de hoz y coz.


Es triste,
muy triste, ver llegar un año, ver nacer un niño, ver florecer un rosal. Quizás
se nos haya educado en el contrario - y más amable- pensamiento: es muy
alegre ver romper un año, ver respirar un niño por vez primera, ver
abrirse la fragante rosa. Pero debemos razonar - leyendo en el más hondo y
diáfano pozo de nuestra conciencia- con una insobornable honestidad: es
doloroso sentir llegar un año que se marchará sin que nadie lo detenga; oír
nacer un niño que, a lo mejor, viejo ya y cansado, se morirá sin que nada lo
evite; oler cómo la rosa estrena su efímera lozanía.

El calendario se inventó para que nos diésemos, en todo momento, cuenta
de nuestra interinidad, de nuestra congénita fragilidad. Dios no tiene reloj ni
mira el calendario. Tasa de la vida, llamó Tirso al reloj. La vida de Dios que,
a diferencia de la nuestra, no tiene tasa, no precisa de las horas ni de los
días: esos minúsculos lancetazos con que la vida nos asaeta hasta dejarnos en
los negros corrales de la muerte. Baudelaire nombra al reloj: dieu sinistre,
effrayant, impassible[1]…".





Alegoría.

Puerca es la vida, porque nos hace creer que algún día seremos absolutamente felices.

Mientras el mundo gira y somos aplastados por nuestro snobismo y triturados por nuestras carencias el círculo vital se va cerrando entre las apariencias.

Solo nos está quedando el suicidio y aun así esta mal visto.

Perder la comodidad y ver que los otros la desperdician es abominable.

Tomar conciencia de nuestras ineptitudes e instalarnos debajo de la higuera es autorreprochable.

Sentir la superioridad por no saber mostrar otra cosa que la verdad es incongruente.

¿Feliz año nuevo? Bienaventurados los que soportan sus tragedias con serenidad.

"¡Ay! ¡Generaciones de mortales: vuestra existencia es a mis ojos como la nada!"

"...Con tu destino como ejemplo, desgraciado Edipo, no creo feliz ninguna vida humana". (Edipo Rey).

Solamente sean fuertes ante la injusticia diaria, pero no se preocupen que en dos o tres siglos ha de mejorar todo.

[1] Dios siniestro, horroroso
e impasible

Los dos gatos

La esperanza es la madre de todos
los males.


Da fe al imbécil y da tiempo al
vil.


Siempre el intento de pensar que
existe una mejor posibilidad en relación a un período futuro de tiempo, el cual
nosotros podamos compartir es una ilusión terriblemente ignorada.


Es creer que guardando carbones
conseguiremos en corto tiempo diamantes.


Es dar fe al muerto que revivirá
y dar crédito al que nos dice como revivirlo.


El error es dar fe al otro. El ser
humano es de temer porque puede matar sin avisar y a la vez puede matarse sin
contarlo.


Para un axioma kantiano habría
una desconfianza universal. Para alguien que no existe la ética sería una
verdad revelada.


Si actuamos hasta que todo se
convierta en ley general caeríamos en un círculo vicioso.


Dos gatos caminaban por un callejón
y encuentran una bolsa. Con hambre, sed, sueño, y todos los vicios encima
deciden abrirlo y ver que encuentran en ello. Destraban el paquete y era una
sobra de comida que habían dejado. Hambrientos los dos, uno más impertinente
que otro, decide desquitar su tribulación y empieza comer. El otro lo mira y le
dice:


- Tenemos hambre pero tampoco vamos a comer cualquier
cosa. Piensa que puede estar envenenado.


A lo que el otro responde:


- Hermano.
Piensa que esperando que llegue el plato de comida de un buen samaritano
moriremos de hambre igual. Si seguimos esperando la muerte mejor que venga rápidamente
y no dando lástima de nuestra miseria, aprovecha y come así seguimos viaje y
encontramos algo mas en nuestro camino, mejor o peor no lo sabremos, únicamente
tratemos de mantenernos vivos.


El felino acota:


- No hermano, come tu que yo seguiré esperando que el
buen hombre llegue, me de un hogar y el cariño que no tengo.


El otro responde:


- Está bien. Por tu propio engaño has de caer en la
muerte, más yo no dejaré que mi ilusión me enceguezca.


Termina el resto de alimento que había
encontrado y el otro con las tripas cantándole, continúan viaje… llegan a una
calle muy transitada, una dama los ve y siente pena por los dos y los lleva a
su casa.


- Has visto hermano que había que tener esperanza, ahora
ya no pasaremos nunca más hambre.


El otro responde:


- Igualmente no he muerto por comer. Si no llegará la
anciana morirías tu primero. Piensa dos veces antes de tener fe en cosas que no
se ven.


Llegan a la casa, son
higienizados y alimentados.


El que ya comió sigue comiendo y
el otro sale a ver que hay afuera de la ventana y ve un perro encadenado a un árbol.



- ¡Qué haces! Acota el compañero, ven a comer, era lo que
esperabas hace tiempo y te pones a mirar por la ventana.


El esperanzado responde:


- Miro a nuestro nuevo compañero, voy a ir a saludarlo y
a darle la buena noticia de que estaremos juntos.


El otro lo alerta:


- Ven a comer, deja al perro para después, aliméntate y después
empieza a hacer sociales.


Sin más que
escuchar el gato baja, ve al can y empieza a hablarle.


- Hermano perro. Vengo a decirte que compartiremos
contigo la generosidad de tu ama. Ten fe, que con armonía viviremos y estaremos
en los éxitos y las desgracias.


El perro
contesta:


- Gracias gato, so pena que no comparto tus ideas. Tengo
la paz que quiero y lo que siempre quise. Yo era un perro de la calle y me
recogieron como a ti. Tenía fe y esperanza de que ocurriese un cambio en mi
vida y lo conseguí, por lo tanto no quiero perderla nuevamente así que tengo
que destruirte para mantenerla.


El perro salta
sobre el gato, este muchas fuerzas no tiene al estar tan débil del hambre y ante
una mordida en el cuello perece instantáneamente.


El otro ve el
triste espectáculo de su compañero y medita:


- Pobre
hermano. Su propio ideal en el espejo lo llevó a un final triste e inesperado. Yo
tendré el mismo final cuando me descuide. Seguiré mi camino sin rumbo sabiendo
que sólo yo se a donde voy dependiendo del azar que generan mis decisiones y no
la de los otros.

Bona fide

Entre las espesura de la noche, y el silencio que abruma todos los cielos de la madrugada, un olor fuerte, irritante a las fosas nasales,  provoca ardor en los ojos, obligando a refregar los ojos para no lagrimear demasiado; emanando desde un pequeño hueco de la caminata del pastor.
Recorría, por las dudas algún lobo o perro salvaje, con hambre o con ganas de llevarse algún cordero, puediera hacerle perder parte de su rebaño.
Del vapor que emanaba, además de que las moscas le hacen de punteras, evidentemente es algún animal muerto.
Toma su lámpara, se arrima y ve un pequeño zorrito. El animalito está con vida, así que el olor no viene de él. Intenta espantarlo y descubre tristemente la madre de cachorro, en estado de descomposición. Trata de cazar al zorrito y lo consigue, metiéndolo en una bolsa.
Que cruel es la vida que nos aferramos a los afectos, y aun así, nos cuesta separarnos de lo que más deseamos y a quienes le deseamos amor.
Llega a la casa, el pequeño zorrito asustado y temblando se encuentra entre luces y un ambiente totalmente raro, amorfo, aunque si con muchos aromas empezando a olfatear con su puntiagudo hocico. El pastor, junta las sobras de la comida, le pone un recipiente de una tapa vieja sin manija para que el cachorro coma algo, en segundos y con desesperación devora todo lo presentado.
Pasan los años, el animalito se amansa y los hijos del pastor juegan con él, tal cual fuese un perro.
En un mes frío, y una mañana helada a la madrugada tocan a la puerta del buen pastor, un vecino, con los ojos rojos de ira, le exige que le de el zorro que tenía pues, le habían muerto y degollado varias gallinas, que encontró con las tripas afuera, acusando al animal de sus instinto de cazador, y predador de estas presas.
El pastor, negando toda posibilidad de que ello, discute con el vecino y le cierra la puerta bruscamente.
Va hasta la casilla del zorro y ve que efectivamente había plumas, resto de vísceras y alguna cabeza de algún pollo que podría haber cazado por su protegido.
Toma la escopeta y apunta al zorro y dispara sin piedad.
A la semana, pasa el vecino nuevamente, en disculpa por el altercado, descubriendo que eran unos perros que venían de lejos a matar gallinas y de este modo, limpiar la mala imagen del zorro adoptado por el pastor.
Lo sucedido en la verdad desconocida, fue que los niños del pastor, encontraron una gallina muerta y se la dieron al zorrito adoptado, para que la coma ya que no seria aprovechada ni para el almuerzo, ni para la cena.
Cuando dudas tienes la certeza de que está el otro en lo incorrecto. Aún tus principios de buena fe, son aire mientras prefieres quedar bien y no herir susceptibilidades. Das muerte a los inocentes, difamamos a los justos y desaparecen los de corazón noble lentamente.
Aprender a desconfiar no del otro sino de nosotros mismos, nos hace vulnerables y cobardes. A veces es bueno, pues nos obliga a reflexionar que más de una vez podemos estar demasiado equivocados

Una lombriz romana

Un quirquincho  escavaba buscando lombrices, encuentra una y se dispone a comerla.
La lombriz sabiendo de su final, decide contra argumentar a su suerte:
-  Hermano, todos somos útiles ante la sociedad. Mis hermanas lombrices en California sirven al hombre para sus bellos jardines convirtiendo los desechos de los humanos. Mis hermanas del barro son vilmente atravesadas para obtener la pesca. Y a ti, luego de asesinarte te quitan el caparazón y sirves para que el luthier construya un instrumento musical y entretener a los humanos. Hoy seré tu alimento. ¡Qué loable es el creador que nos dio a todos una finalidad en esta vida!
El quirquincho, expone:
- ¿Crees que recordándome mi finalidad evitarás que te coma?
La lombriz exclama:
¡Quién dijo que quiero evitar que me comas! Solo quiero que sepas que algunos nacemos para ser sustento y pan y otros para diversión y circo.Una

La vaca

Érase una vez, en un planeta muy lejano, incluso más lejano que el imaginado por Lowe, Searle y sus secuaces, un reino habitado íntegramente por vacas. Estas, se caracterizaban por tener cerebros, estados mentales y una enorme cantidad de productos culturales (tales como instituciones familiares, Estado, religión y ciencia). Un buen día, el profesor Aberdeen Angus, de la U.N.C. (Universidad No Carnívora) presentó en su clase habitual de neurofisiología de la vaca, un cerebro de homínido para ser diseccionado y analizado bajo el microscopio. El renombrado sabio, sin embargo, se percató con cierta perplejidad, de que parte de su manada de alumnos no compartía este método pedagógico; mientras que el resto del rebaño deseaba con fruición participar del voyeurismo científico que implicaba mirar a través de la lente.
Siguiendo una milenaria costumbre del reino (de 1983 a la fecha) se procedió a debatir públicamente la cuestión en todos sus matices. Se convocó entonces a un Concilio Vacuno II para fijar cuestiones de ortodoxia científica. Hicieron acto de presencia los cuadrúpedos más renombrados de la galaxia.
La primera en tomar la palabra fue la vaca estudiosa de la Universidad de Humahuaca.
-En mmmmmmi opinión –dijo la profesional- mmmmmmuuuuuuuuu(chos) avances de nuestra disciplina se los debemos al estudio de los cerebros de animales inferiores, como los humanos.
-¡Totalmente cierto! –agregó entusiasmada la vaca de Milka. Los avances en genética me permitieron salir de un monótono blanco y negro epidérmico; y ello gracias al análisis de tejidos celulares de homínidos y sus parientes, las amebas ¡Sino, diganmé con la pezuña en el corazón, si este tono violáceo no me queda divino! ¡Apoyemos la pluralidad cromática!
-Con todo respeto, debo disentir con lo dicho por las compañeras –dijo con gravedad la dirigente Vaca Narvaja, del Movimiento Ungulado Ultrabovino Unificado (MUUU). Creo que los métodos de investigación actuales se hallan determinados por las fuerzas del capitalismo y del mercado (de Liniers). ¡Pero si tomamos conciencia de clase vacuna, podremos darnos cuenta de que otros métodos son posibles, revolucionando así el conocimiento sin apoderarnos de la plusvalía neuronal del homínido! ¡Ubres del mundo, uníos!
La arenga causó un festivo apoyo con bombos y mugidos del movimiento defensor de derechos humanos que se hallaba en el recinto. “Soy una vaca hindú y me niego a comerme a los humanos o usarlos para experimentación: ¡son sagrados!”, dijo una de las activistas.
-¡Pero por favor! –increpó una vaca vaquera ¡Si el día de mañana mi paciente es una vaca loca con una alteración completa de sus neurotransmisores, no va a haber vuelta que darle: necesito conocer de neurología para dar un buen diagnóstico!
Indiferentes al fervor del Concilio, algunas vaquillonas que habían asistido más por compromiso que por convicción, divagaban en trivialidades tales como pasarse recetas de ravioles con sesos y lóbulos a la valenciana; o bien, recordaban la escalofriante escena de la película Hanníbal, en donde la desquiciada e intelectual vaca antropófaga, mira detrás de un vidrio blindado a la sensual detective Clarisse Sterling, con libidinosos deseos de convertirla en asado.
Finalmente, luego de pasar a un cuarto trasero intermedio, se llegó a una conclusión: “el cerebro humano sólo será utilizado para fines científicos, de avance del conocimiento o de progreso moral para el planeta… el día que las vacas vuelen. Mientras tanto, únicamente se lo empleará para llevar el sombrero”.
Si bien la solución se apoyaba sobre la endeble esperanza de que vengan tiempos de vacas gordas y aladas, ese anhelo no será jamás abandonado por cualquier ser deseoso de vivir en un mundo mejor.

[Extraído de “Fábulas inverosímiles para niños y psicólogos”, editorial “Pulgar oponible”, del Dr. en Alpedología, Alvar Nuñez cabeza de Hereford].