domingo, 20 de septiembre de 2015

Los dos gatos

La esperanza es la madre de todos
los males.


Da fe al imbécil y da tiempo al
vil.


Siempre el intento de pensar que
existe una mejor posibilidad en relación a un período futuro de tiempo, el cual
nosotros podamos compartir es una ilusión terriblemente ignorada.


Es creer que guardando carbones
conseguiremos en corto tiempo diamantes.


Es dar fe al muerto que revivirá
y dar crédito al que nos dice como revivirlo.


El error es dar fe al otro. El ser
humano es de temer porque puede matar sin avisar y a la vez puede matarse sin
contarlo.


Para un axioma kantiano habría
una desconfianza universal. Para alguien que no existe la ética sería una
verdad revelada.


Si actuamos hasta que todo se
convierta en ley general caeríamos en un círculo vicioso.


Dos gatos caminaban por un callejón
y encuentran una bolsa. Con hambre, sed, sueño, y todos los vicios encima
deciden abrirlo y ver que encuentran en ello. Destraban el paquete y era una
sobra de comida que habían dejado. Hambrientos los dos, uno más impertinente
que otro, decide desquitar su tribulación y empieza comer. El otro lo mira y le
dice:


- Tenemos hambre pero tampoco vamos a comer cualquier
cosa. Piensa que puede estar envenenado.


A lo que el otro responde:


- Hermano.
Piensa que esperando que llegue el plato de comida de un buen samaritano
moriremos de hambre igual. Si seguimos esperando la muerte mejor que venga rápidamente
y no dando lástima de nuestra miseria, aprovecha y come así seguimos viaje y
encontramos algo mas en nuestro camino, mejor o peor no lo sabremos, únicamente
tratemos de mantenernos vivos.


El felino acota:


- No hermano, come tu que yo seguiré esperando que el
buen hombre llegue, me de un hogar y el cariño que no tengo.


El otro responde:


- Está bien. Por tu propio engaño has de caer en la
muerte, más yo no dejaré que mi ilusión me enceguezca.


Termina el resto de alimento que había
encontrado y el otro con las tripas cantándole, continúan viaje… llegan a una
calle muy transitada, una dama los ve y siente pena por los dos y los lleva a
su casa.


- Has visto hermano que había que tener esperanza, ahora
ya no pasaremos nunca más hambre.


El otro responde:


- Igualmente no he muerto por comer. Si no llegará la
anciana morirías tu primero. Piensa dos veces antes de tener fe en cosas que no
se ven.


Llegan a la casa, son
higienizados y alimentados.


El que ya comió sigue comiendo y
el otro sale a ver que hay afuera de la ventana y ve un perro encadenado a un árbol.



- ¡Qué haces! Acota el compañero, ven a comer, era lo que
esperabas hace tiempo y te pones a mirar por la ventana.


El esperanzado responde:


- Miro a nuestro nuevo compañero, voy a ir a saludarlo y
a darle la buena noticia de que estaremos juntos.


El otro lo alerta:


- Ven a comer, deja al perro para después, aliméntate y después
empieza a hacer sociales.


Sin más que
escuchar el gato baja, ve al can y empieza a hablarle.


- Hermano perro. Vengo a decirte que compartiremos
contigo la generosidad de tu ama. Ten fe, que con armonía viviremos y estaremos
en los éxitos y las desgracias.


El perro
contesta:


- Gracias gato, so pena que no comparto tus ideas. Tengo
la paz que quiero y lo que siempre quise. Yo era un perro de la calle y me
recogieron como a ti. Tenía fe y esperanza de que ocurriese un cambio en mi
vida y lo conseguí, por lo tanto no quiero perderla nuevamente así que tengo
que destruirte para mantenerla.


El perro salta
sobre el gato, este muchas fuerzas no tiene al estar tan débil del hambre y ante
una mordida en el cuello perece instantáneamente.


El otro ve el
triste espectáculo de su compañero y medita:


- Pobre
hermano. Su propio ideal en el espejo lo llevó a un final triste e inesperado. Yo
tendré el mismo final cuando me descuide. Seguiré mi camino sin rumbo sabiendo
que sólo yo se a donde voy dependiendo del azar que generan mis decisiones y no
la de los otros.

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