domingo, 20 de septiembre de 2015

Bona fide

Entre las espesura de la noche, y el silencio que abruma todos los cielos de la madrugada, un olor fuerte, irritante a las fosas nasales,  provoca ardor en los ojos, obligando a refregar los ojos para no lagrimear demasiado; emanando desde un pequeño hueco de la caminata del pastor.
Recorría, por las dudas algún lobo o perro salvaje, con hambre o con ganas de llevarse algún cordero, puediera hacerle perder parte de su rebaño.
Del vapor que emanaba, además de que las moscas le hacen de punteras, evidentemente es algún animal muerto.
Toma su lámpara, se arrima y ve un pequeño zorrito. El animalito está con vida, así que el olor no viene de él. Intenta espantarlo y descubre tristemente la madre de cachorro, en estado de descomposición. Trata de cazar al zorrito y lo consigue, metiéndolo en una bolsa.
Que cruel es la vida que nos aferramos a los afectos, y aun así, nos cuesta separarnos de lo que más deseamos y a quienes le deseamos amor.
Llega a la casa, el pequeño zorrito asustado y temblando se encuentra entre luces y un ambiente totalmente raro, amorfo, aunque si con muchos aromas empezando a olfatear con su puntiagudo hocico. El pastor, junta las sobras de la comida, le pone un recipiente de una tapa vieja sin manija para que el cachorro coma algo, en segundos y con desesperación devora todo lo presentado.
Pasan los años, el animalito se amansa y los hijos del pastor juegan con él, tal cual fuese un perro.
En un mes frío, y una mañana helada a la madrugada tocan a la puerta del buen pastor, un vecino, con los ojos rojos de ira, le exige que le de el zorro que tenía pues, le habían muerto y degollado varias gallinas, que encontró con las tripas afuera, acusando al animal de sus instinto de cazador, y predador de estas presas.
El pastor, negando toda posibilidad de que ello, discute con el vecino y le cierra la puerta bruscamente.
Va hasta la casilla del zorro y ve que efectivamente había plumas, resto de vísceras y alguna cabeza de algún pollo que podría haber cazado por su protegido.
Toma la escopeta y apunta al zorro y dispara sin piedad.
A la semana, pasa el vecino nuevamente, en disculpa por el altercado, descubriendo que eran unos perros que venían de lejos a matar gallinas y de este modo, limpiar la mala imagen del zorro adoptado por el pastor.
Lo sucedido en la verdad desconocida, fue que los niños del pastor, encontraron una gallina muerta y se la dieron al zorrito adoptado, para que la coma ya que no seria aprovechada ni para el almuerzo, ni para la cena.
Cuando dudas tienes la certeza de que está el otro en lo incorrecto. Aún tus principios de buena fe, son aire mientras prefieres quedar bien y no herir susceptibilidades. Das muerte a los inocentes, difamamos a los justos y desaparecen los de corazón noble lentamente.
Aprender a desconfiar no del otro sino de nosotros mismos, nos hace vulnerables y cobardes. A veces es bueno, pues nos obliga a reflexionar que más de una vez podemos estar demasiado equivocados

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